Gursky es uno de los fotógrafos más cotizados del momento, y realmente no es para menos. La calidad técnica de sus obras es excepcional. Tanta que la primera mirada es de asombro ante lo fotografiado, de una cierta incredulidad ante lo que se ve, a menudo difícil de entender hasta que conseguimos comprender las dimensiones.
Mientras lo vamos haciendo la fotografía es perfecta, como un cuadro abstracto de un Mondrian del siglo XXI.
Sin embargo, no es esta primera sensación lo que me fascina del fotógrafo. Yo prefiero su segunda mirada, la que sucede cuando comprendemos lo fotografiado y nos damos cuenta que, pese a su fascinación, los objetos se encuentran inmersos en un aire pesado de soledad.
[soliloquy id=”834″]
Aparece entonces esa contradicción entre una hipercivilización y la ausencia de los individuos (que o no aparecen o lo hacen como verdaderos robots)
Una sociedad hipermoderna pero sin alma, este parece ser el lema de sus fotografías. Una especie de amenaza de lo que nos espera. Sólo frío, superficies coloridas pero inertes. Mucha carrocería que, en el fondo, se encuentra vacía.
Por eso resultan tan impactantes sus fotos, pues le dan la vuelta a la supuesta falta de emoción y perfección de sus imágenes para (si las dejamos) dejarnos un poso de políticamente correcto y pero falsamente humano.
[soliloquy id="838"]
Quizás sus fotos sean la perfecta ilustración de la globalización en sus aspectos más terriblemente atrayentes: la terrible constatación de lo innecesario que es el individuo.De los gigantescos poderes que se ciernen sobre nosotros mientras creemos vivir en la mayor libertad de la historia.
Por Vicente Camarasa
Fuente: http://bit.ly/1Mnc46m