Academia de Artes Visuales

World Press Photo 2019

Recientemente se presentó en la ciudad de México la más reciente exposición resultado del Concurso World Press Photo. En esta nota Juan Carlos M. Rosas destaca algunos puntos sobre la muestra.

 

La fundación World Press Photo, con sede en Amsterdam, organiza desde 1955 el que se ha ido convirtiendo en uno de los concursos más prestigiosos e importantes a nivel internacional especializado en fotografía de prensa. Cada año una exposición itinerante reúne a los ganadores del certamen, siendo el Museo Franz Mayer el encargado de albergar la muestra en la Ciudad de México.

Ya concluida la muestra en su paso por México, es buen momento para hacer un balance de lo que pudimos apreciar este año. De inicio podemos comentar que el uso de la fotografía como testimonio de un acontecimiento es uno de los primeros que se dio al medio. La posibilidad de generar un registro de lo acontecido en lugares remotos, en un tiempo distinto al que ocurrieron, preservando la imagen para la posteridad, abrió el camino al género documental, del que emana el fotoperiodismo.

Una característica constante en las diferentes ediciones de la World Press Photo, es la presencia de los hechos más trascendentes de la escena internacional del momento, así como historias individuales. La muestra 2019 no es la excepción: Los problemas de género, la migración, las guerras en medio oriente, la situación en África, la contaminación, e incluso el tema de las desapariciones en México, están presentes.

La fotografía de prensa es terreno fértil para la polémica, basta poner como ejemplo a John Moore, ganador del premio “Fotografía de prensa del año”. Registra la detención de una migrante hondureña en la frontera de Estados Unidos con México. El punto de atención de la imagen, sin embargo, no está en la captura, sino en la pequeña hija de la migrante, claramente asustada y sumida en llanto. La polémica de este tipo de imágenes surge, desde el momento de la toma ¿hasta qué punto el fotógrafo debe involucrarse en lo que está sucediendo? ¿Hasta qué punto sería posible para cualquiera intervenir en muchos de estos casos? ¿Hasta dónde es ético o válido captar el dolor y la tragedia ajena y obtener cierta fama con ello? ¿Qué impacto tiene en nosotros como espectadores el apreciar este tipo de escenas desde la comodidad y seguridad de un museo? Estas y muchas otras interrogantes quedan siempre ahí, sin una respuesta unánimemente aceptable.

 

 

De la exposición destaco por su impacto y la manera en que están resueltos los trabajos de Catalina Martin-Chico, Marco Gualazzini, Wally Skalij, Nadia Shira Cohen, Bénédicte Kurzen and Sanne de Wilde, Alyona Kochetkova, Sarah Blesenery el mexicano Yael Martínez.

Como sea este tipo de eventos no desaparecerá. Sigue viéndose alarde de técnica (y sí, de suerte) el estar presente cámara en mano en el momento y sitio precisos. Seguiremos sintiéndonos impactados por ver los hechos que transcurren en otras latitudes, y seguirá habiendo quienes estén dispuestos a registrar dichos acontecimientos. La fotografía en estos casos se convierte en un lugar seguro, una rendija, a través de la cual es posible simular que abrimos los ojos al mundo. Aunque, pensándolo bien, ¿no ha sido siempre así?

 

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