Ya llegaron los payasos: Joker

Joker, es la reciente película de Todd Phillips. Todavía en cartelera, Joker es más que lo que pensamos a partir de Batman. Esta es la reseña de Mario González Suarez.

 

La mejor manera de apreciar Joker es deslindarla de la saga de Batman, por lo menos en un primer momento. La historia de Arthur Fleck es la de un carácter y un destino, de lo que la sociedad hace con un hombre y lo que éste puede hacer de sí mismo. Arthur lleva la vida marginal de un discapacitado, trabaja como payaso callejero afiliado a una especie de sindicato más que de empresa. Lo maltratan su jefe y sus compañeros y en la calle malandrines adolescentes lo ponen en jaque. Vive con su madre, lo cual es un dato más de su condición infantil y dependiente, a la que sin embargo cuida devotamente, la baña, la alimenta y le lleva al correo las continuas cartas que le escribe al magnate Thomas Wayne, para quien trabajó en su juventud. 

Tanto en Arthur Fleck como en la atmósfera en que vive hay una reverberación de Travis Bickle, el protagonista de Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), y de la ciudad de su epifanía. Sin embargo, a Fleck y a Travis los separa la acogida social de sus acciones. La disfuncionalidad de Travis lo va a convertir en un héroe, por la vía de la violencia libera de la prostitución a una niña. Fleck, casi por descuido, vestido de payaso, se defiende en el metro de unos sujetos que lo violentan y los mata. Para el antihéroe no hay más autoridad que su propia subjetividad, no está subordinado a las ponderaciones colectivas de bien y mal. El estigma del primero es la soledad, el del segundo, el abandono. 

Academia de Artes Visuales

Nuestro antihéroe está tan apachurrado que todo lo que sanamente puede desear un hombre, como tener una novia o ejercer una profesión, se verifica sólo en una alucinación. Aunque se siente derrotado desde siempre, Arthur sueña con ser un gran comediante, montar su propio show. Participa en funciones de aficionados hasta que un día lo invita a su programa televisivo el animador Murray Franklin, una especie de catador de cómicos. Las intenciones de Franklin no son del todo desinteresadas, pues ha hecho del escarnio un rasero para sus invitados y un atractivo para el público. Ya enteramente convertido en el payaso Joker, después de haberse deshecho de su madre, y consciente de sus poderes, Fleck acepta. Mientras tanto la ciudad se incendia con las protestas de los payasos, de los oprimidos y vejados por el sistema. 

Que uno no es lo que quiere sino lo que puede ser, sentencia un clásico, y quizá por eso Fleck no consigue evitar reírse en los momentos más inoportunos, no puede parar de hacerlo aunque le convendría. ¿De qué se ríe Fleck? Apelar a una enfermedad o síndrome genético apenas sirve para lavarse las manos, tranquilizar a las buenas conciencias, porque Arthur no es un idiota ni un loco, como lo quiere ver el estado y su madre, sino un ser abusado profundamente por ambos. Él nada le importa a la seguridad social, que junto con su madre lo ha encerrado en el estatus de enfermo. Trabaja como payaso porque eso lo consideran los poderosos, Thomas Wayne lo dice desfachatadamente: quien en nuestra sociedad no ha llegado a ser una persona exitosa, un triunfador, un hombre de bien, es un payaso. Ese trastorno mental o neurológico que aparenta tener el personaje es una llaga de dolor, Arthur no es un enfermo sino el síntoma chocarrero de una enfermedad colectiva. Cuando descubre que es hijo de Thomas Wayne comienza su transformación, y actúa en consecuencia. 

Quien en nuestra sociedad no ha llegado a ser una persona exitosa, un triunfador, un hombre de bien, es un payaso

Aunque la narración al respecto es un tanto confusa, es evidente que a Fleck, ya sea un niño adoptado o engendrado en la clandestinidad, nadie lo ha querido. Thomas Wayne niega ser su padre, parece que su madre le ha mentido, hay documentos que dicen que Penny Fleck fue ingresada a la fuerza en un psiquiátrico y se le obligó a firmar una adopción, que fue la manera en que Wayne se deshizo de Penny y su hijo ilegítimo, también que Penny era una drogadicta que inventó la relación con Wayne. Eso que convencionalmente llamamos el mal comienza en la oscuridad, en lo pequeño, en los espacios domésticos o íntimos, y cuando crece lo vemos en los saqueadores, en la violencia pública, en la delincuencia que creció por su cuenta. La colectividad es la cuna de las individualidades y los actos del individuo son el extremo angosto del cono de luz. Y como no existe millonario que no sea filántropo, el empresario Wayne aspira también al poder político para salvar, dice, a los pobres de su ciudad. 

Academia de Artes Visuales

Ya cuando procedemos a ensamblar la historia de Joker con la de Batman, vemos que el rencor de Bruce Wayne es el reflejo del resentimiento de Joker, cada quien desde su lado del espejo no puede sino ver a un enemigo, y de mantenerse embotados por el maniqueísmo moral no podrán reconocer que ambos son víctimas del mismo poder, son hijos del mismo padre. Esa mengambrea de hipocresía y fariseísmo de los valores burgueses, donde todo el mundo parece distinguir con claridad quiénes son los buenos y quiénes son los malos, como si el bien y el mal fueran una simple elección, como si bastara con ponerse de un lado de la línea o del otro, pretende hacernos creer que Arthur Fleck es “malo”. Verlo como un villano tampoco le hace justicia. El tratamiento que en esta peli se le da a Joker lo aleja, quizá sin querer, de la bidimensionalidad del cómic en que nació, se torna un personaje enorme que funciona perfectamente sin relacionarlo con Batman, alcanza una estatura política y social que las consciencias adolescentes no suelen apreciar. 

Cada quien desde su lado del espejo no puede sino ver a un enemigo.

Más que una risa, su maquillaje dibuja un rictus, una crispación existencial. Joker se convierte en el ícono y líder espiritual de la revuelta ciudadana, de la multitud de payasos que sale a la calle, ríe de la despiadada farsa que es la democracia, de la simulación generalizada, de su ridícula existencia, de este pavoroso carnaval de desposeídos. Y en este sentido resulta muy significativo que Arthur no asesine personalmente al matrimonio Wayne, sino uno de sus sosias que como polen se dispersan para empezar a germinar donde les corresponde. El bufón está por encima y por debajo del hombre, tiene un poder de convocatoria que aglutina las emociones y los pensamientos aún no conscientes ni preparados para la acción de las multitudes oprimidas. Una vez suscitados, nada los detiene. 

El doloroso origen de su antagonismo les dificulta a Batman y a Joker comprender que la suya es la arcaica lucha de las clases sociales, de la desigualdad; el cómic, por su naturaleza, pone este antagonismo en una plano maniqueo, que es la mejor manera de no verlo. Tanto uno como otro han surgido de la oscuridad, uno como el bastardo y otro como el hijo legítimo de un canalla. El brutal acierto dramático de la historia de Arthur Fleck se cifra en el asesinato de sus padres, que son el surtidor de su risa. 

 

 

Más reseñas de cine.